martes, 23 de junio de 2009

Origen de la plabra Israel


Qabalah y Egipto: El Éxodo

En el largo tiempo del viaje del éxodo, es entendible la analogía al valor, la voluntad y el esfuerzo, la constancia necesaria para lograr aquel desapego de la fuerza de atracción que genera la materia: la incompleta realidad en que vive ilusoriamente el ser humano que no ha logrado aun el despertar de su conciencia, y que vive presa de sus sentidos físicos, en busca del placer, pero con poca idea de la felicidad.


La sabiduría antigua ha pasado por muchas etapas a lo largo de la historia. En el caso de la Qabalah, es notable el tiempo que se mantuvo casi en secreto, estudiada y protegida en mayor medida por los sabios rabí del pueblo judío, aunque es un conocimiento universal dado a la humanidad, que también fue asimilado por otras culturas en todo el mundo.

Históricamente es innegable la estrecha relación y los numerosos puntos de contacto que los hebreos tuvieron con el imperio egipcio.
Egipto, llamado en hebreo "Mizraim" (en el sentido dual del alto y bajo Egipto), y cuyo nombre "Kemet" significa "tierra negra", haciendo alusión a aquel suelo fértil y próspero, es para muchos judíos sinónimo ancestral de materialidad, yugo y esclavitud. He aquí que para algunos, el éxodo, verdadero o mítico, representa filosóficamente la salida de la densidad de la materia en busca de la luz: la tierra prometida para Israel: el "pueblo de Dios".

En su significado literal, Israel no denota "pueblo elegido por Dios", sino "pueblo de Dios", por lo que señala y abarca a todos los seres humanos, por él creados, en un entendimiento más amplio, tanto menos elitista. Incluso hay quienes estudian "Israel" como la conformación de un nombre más complejo: "Isis-Ra-El": Dios Isis-Ra yEl que un palabra semita para referise a deidad entre otras variantes más o menos herméticas.

Varias alegorías que, más allá de su realidad como hechos o no, tienen un mérito importante en cuanto a sus enseñanzas, hacen referencia a lo antedicho: nótese que Moisés, aquel "salvado de las aguas" según el antiguo testamento, alza su mano sobre el mar, logrando separarlas. Alzar la mano se relaciona directamente con la idea de imponer la fuerza de voluntad, pues las manos son partes del cuerpo ligadas a las funciones: hacer, sostener, guiar, indicar, sujetar, y, alzadas, toman una condición de actividad. Al mismo tiempo, los qabalistas saben bien que los propios dedos guardan estrecha correspondencia con las sephiroths o esferas del Árbol de las Vidas. Luego, separar las aguas, es una metáfora que indica discernimiento. Separar siempre es discernir, pues al destilar o cernir cualquier cosa se obtienen partes que se quieren separar, distinguir.

Moisés es en efecto, un llamado al arquetipo del héroe, que por mérito propio y desde la humildad conquista el objetivo supremo: la liberación.

En el largo tiempo del viaje del éxodo, es entendible la analogía al valor, la voluntad y el esfuerzo, la constancia necesaria para lograr aquel desapego de la fuerza de atracción que genera la materia: la incompleta realidad en que vive ilusoriamente el ser humano que no ha logrado aun el despertar de su conciencia, y que vive presa de sus sentidos físicos, en busca del placer, pero con poca idea de la felicidad.

Son incontables las enseñanzas de estos pasajes antiguos, pues una vez emigrando, los aprendizajes y experiencias han de multiplicarse, mostrando distintos aspectos del proyecto de ascensión. Nuevamente el estudiante de Qabalah notará una relación indisoluble entre el relato bíblico y el camino evolutivo propuesto a través del Árbol de las Vidas, ya que la Qabalah en sí misma, es una sabiduría de éxodo: dada para la liberación del ser humano.

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