lunes, 27 de septiembre de 2010

Lo que la biblia realmente dice sobre el sexo

Tanto la Biblia Hebrea, como el Nuevo Testamento abordan directamente asuntos de sexualidad y envían mensajes que son muy diferentes los que le enseñaron a la mayoría de la gente en sus grupos y denominaciones religiosas

(Reverenda Debra W. Haffner, MPH, M.Div. /Trad. Fco. J. Lagunes Gaitán).- La Reverenda Debra W. Haffner dirige la organización interreligiosa Instituto Religioso de Moralidad Sexual, Justicia y Salud y es una ministra comunitaria ordenada Unitaria Universalista. Este artículo fue escrito en 1997, cuando la Rev. Haffner era Presidenta y Directora General del SIECUS, el Consejo de Educación e Información de la Sexualidad de los Estados Unidos de América. Se publicó originalmente en SIECUS Report, October/November 1997, y se vuelve a publicar aquí con autorización.

Durante los dos años anteriores, me he convertido en una estudiante seria y en ávida lectora de la Biblia. Comencé mis estudios con la creencia, común entre muchos adultos con los que he trabajado a lo largo de los años, de que la Biblia menospreciaría o ignoraría la sexualidad.

Al comenzar mi investigación como Asociada de la Universidad de Yale, descubrí algo completamente diferente. Tanto la Biblia Hebrea, como el Nuevo Testamento abordan directamente asuntos de sexualidad y envían mensajes que son muy diferentes los que le enseñaron a la mayoría de la gente en sus grupos y denominaciones religiosas.

De hecho, ahora pienso que una de las principales funciones de los relatos bíblicos es enseñar educación sexual: muchos de los relatos y de La Ley contienen información para ayudar a la gente a entender el importante papel que la sexualidad desempeña en sus vidas.

Y a la inversa, me sorprendió encontrar que la Biblia no dice absolutamente nada sobre la masturbación, el aborto, el control natal, el sexo oral-genital, y otras prácticas sexuales.

Conforme proseguí mi trabajo, gradualmente me percaté de que, al estudiar la Biblia, los lectores pueden ver cómo entendía la sexualidad la gente que la escribió. Y, en el proceso, también pueden ganar un mejor entendimiento de la capacidad de la Biblia para hablarnos hoy sobre estas cuestiones morales.

No hay duda de que ciertas tradiciones eclesiales han ofrecido justificaciones para la opresión sexual. Desde los escritos de Pablo de Tarso, a los de Agustín de Hipona y Tomás de Aquino –y a través de la labor actual de organizaciones fundamentalistas como la usamericana llamada Coalición Cristiana– algunas partes de la iglesia cristiana han intentado controlar, definir y limitar la expresión sexual. De hecho, es claro que el dualismo mente/cuerpo, que caracteriza a mucho del pensamiento cristiano, es el sesgo a través del que la Biblia y las tradiciones eclesiales son utilizadas para limitar la experiencia de la gente, la expresión de su sexualidad y. así mismo, para promover sistemáticamente la opresión de la sexualidad.

Sin embargo, estas mismas herramientas teológicas pueden ayudar a hacer manifiesta una teología sexual revisada. Tanto la escritura, como la historia de la iglesia contienen una mayor riqueza sobre cuestiones sexuales de lo que la mayoría de la gente da por hecho.

LA BIBLIA HEBREA

La Biblia Hebrea (también conocida como Antiguo Testamento) está llena de relatos con temas sexuales. El mismo libro del Génesis incluye más de 30 relatos que tratan temas sexuales.

Los géneros y sexo biológico. El relato de la creación (Génesis 1 y 2) explica el sexo biológico y la razón para la existencia de 2 géneros. Génesis 1 dice que Dios “macho y hembra los creó” (Génesis 1:27) y que entonces Dios los bendijo: “Sed fecundos y multiplicaos” (Génesis 1:28). Génesis 2 es la narración más familiar de la creación de la mujer a partir de la costilla de Adán. Dios reconoce que “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18), así que se dispone a proveerle de compañía.

De hecho, esta soledad es el primer aspecto de la creación que Dios encuentra desagradable. Adán rechaza todos los animales que Dios le presenta. Es sólo entonces que Dios pone a dormir a Adán para crear a la mujer. Así se destaca la centralidad de la sexualidad y de ambos géneros: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen un sola carne” (Génesis 2:24). De acuerdo con estos pasajes, el hombre necesita no solamente compañía y ayuda, sino también una amante. El objetivo de la unión según Génesis 2:24 es el placer sexual, no la procreación. Uno al lado de otro, los dos textos referidos a la creación refuerzan la idea de que la sexualidad es, al mismo tiempo, tanto pro-creativa, como re-creativa.

Las relaciones sexuales y el deseo sexual. La importancia de las relaciones sexuales y el papel del deseo aparecen en numerosas ocasiones en el Génesis. A Eva se le dice que a pesar del dolor del parto, “hacia tu marido irá tu apetencia” (Génesis 3:16). Se dice que seres divinos deseaban la belleza de la mujer humana (Génesis 6:2). Sara describe sus relaciones sexuales como “placer” (Génesis 18:12). Isaac es visto “solazándose con Rebeca” (Génesis 26:8). Lía y Raquel negocian los favores sexuales de Jacob (Génesis 30:14-16). La mujer de Putifar desea fuertemente a José y le pide acostarse con ella (Génesis 39:7). La cópula sexual misma es frecuente y públicamente explicada en el Génesis: de Adán, “Conoció el hombre a Eva su mujer” (Génesis 4:1). “Conoció Caín a su mujer” (Génesis 4:17). “Adán conoció otra vez a su mujer” (Génesis 4:25). Y así sucesivamente.

La belleza física y el amor a primera vista. La belleza física y el amor a primera vista también se incluyen en el Génesis. Rebeca “era de muy buen ver” (Génesis 24:16). Raquel “era de bella presencia y de buen ver” (Génesis 29:17). José era “apuesto y de buena presencia” (Génesis 39:6). Jacob y Raquel se enamoraron a primera vista (Génesis 29) y él esperó felizmente siete años para casarse con ella: “que se le antojaron como unos cuantos días, de tanto que la amaba” (Génesis 29:20). Rebeca mitigó el pesar de Isaac, a la muerte de Sara: “y él la amó. Así se consoló Isaac por la pérdida de su madre” (Génesis 24:67).

La fertilidad. La fertilidad se alude en el Génesis como un don de Dios. Las primeras palabras de Dios para la gente son “Sed fecundos y multiplicaos” (Génesis 1:28). Sin embargo, las matriarcas de la Biblia Hebrea son inicialmente infértiles: “Dios escoge a tres mujeres infértiles y a una mujer [Lía] que no era deseable para su esposo para dar a luz a los niños que heredarían el convenio [alianza]”(1). La intervención directa de Dios ayuda a estas mujeres a concebir. Sara tiene su hijo a los 90, luego de una vida de infertilidad (Génesis 21:2). Dios curó a Abimélec, “a su mujer y a sus concubinas, que tuvieron hijos” (Génesis 20:17); Dios solucionó la infertilidad de Rebeca (Génesis 25:21); Vio Yahvé que Lía no era amada, y la hizo fecunda mientras que Raquel era estéril" (Génesis 29:31); pero finamente “Entonces se acordó Dios de Raquel, Dios la oyó y abrió su seno” (Génesis 30:22). La Biblia Hebrea también incluye dos relatos en los que las mujeres infértiles arreglan que sus esposos tengan hijos con otras mujeres: Saray envía a Abrán a tener sexo con Agar (Génesis 16:2), y Raquel dice Jacob,”únete” a su criada Bilhá para poder tener hijos a través de ella (Génesis 30:3).

Los genitales y las funciones corporales. El Génesis también habla directamente sobre los genitales y las funciones corporales. Dios pide a los antiguos “os circuncidaréis la carne del prepucio, y eso será la señal de la alianza entre yo y vosotros” (Génesis 17:11). La circuncisión asegura que la “alianza esté en vuestra carne como alianza eterna” (Génesis 17:13). En 1970, el teólogo y consejero matrimonial David Mace escribió que el pene fue escogido para alojar esta marca debido a que es la parte más santa del cuerpo: “Fue con este órgano especial que él se convirtió, en un sentido especial, en colaborador de Dios”(2).

También habla francamente de la menstruación. Los escritores sabían que el fin de la menstruación era semejante al término de la fertilidad (Génesis 18:11). La menstruación es realmente utilizada como recurso argumental central en el relato de la decepción de Raquel a Labán (Génesis 31:32-35).

Usos destructivos de la sexualidad. El Génesis también contiene numerosas advertencias sobre los usos potencialmente destructivos de la sexualidad. Hay referencias a la violación (Génesis 34:1-4), la violación en grupo (Génesis 19:4-8), el incesto (Génesis 19:31-39), y la prostitución (Génesis 38:15-17). En las tres versiones de la historia de la mujer/hermana, Abrahán e Isaac hacen pasar a sus esposas como sus hermanas y casi ponen en peligro la paz de la tierra (Génesis 12, 26 y 20).

La Biblia, sin embargo, no contiene los mensajes sexuales negativos que la gente asume que contendría. Por ejemplo, Sodoma y Gomorra no es un relato contra las relaciones sexuales mutuamente consentidas entre adultos del mismo género. Más bien, el pecado tiene que ver con la falta de hospitalidad y la violación en grupo. De manera semejante, el pecado de Onán no es por la masturbación, sino por su ignorancia de la ley levítica que indicaba que debía procrear con la esposa de su hermano muerto. Onán no se masturba para evitar la procreación, en general. Practica el coito interrumpido, pues “Onán sabía que aquella descendencia no sería suya y así, si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a tierra evitando así dar descendencia a su hermano” (Génesis 38:9), algo que aparentemente realizó con alguna frecuencia.

La sexualidad en las relaciones. La función especial de la sexualidad en el primer año de una relación sexual es resaltada en el Deuteronomio, en esta traducción del Tanaj (Biblia Hebrea): “Cuando un hombre es recién casado, no saldrá con el ejército, ni se le impondrá ningún deber; quedará libre en su casa por un año para hacer feliz a la mujer que ha tomado” (Deuteronomio 24:5). A propósito de este pasaje, el iniciador de la Reforma, Martín Lutero, en el siglo XVI, escribió que es “como si Moisés quisiera decir, ‘El gozo durará un año; luego ya veremos’”(3). Los Proverbios también contienen esperanza para la intimidad sexual continuada en una relación de largo plazo: “Sea bendita tu fuente, y regocíjate con la mujer de tu juventud, amante cierva y graciosa gacela: que sus senos te satisfagan en todo tiempo, su amor te embriague para siempre” (Proverbios 5:18-19).

Relaciones sexuales entre personas del mismo género. La Biblia contiene solamente cuatro versículos que aluden a las relaciones sexuales entre personas del mismo género: dos en el Levítico y dos en el Nuevo Testamento. El Levítico dice que “No te acostarás con varón como los que se acuestan con mujer; es una abominación” (Levítico 18:22), y “Si un varón se acuesta con otro varón, como se hace con una mujer, ambos han cometido una abominación: han de morir; su sangre sobre ellos” (Levítico 20:13). La misma escritura dice que maldecir a tu madre y padre se castiga con la muerte (Levítico 20:9), e igual se castiga tener sexo con la mujer del vecino (Levítico 20:10), con la mujer del padre de uno (Levítico 20:11), con la nuera (Levítico 20:12), con una mujer y al mismo tiempo con la madre de ella (20:14), o con un animal (Levítico 20:15-16). Otras acciones, que se castigaban con el exilio, de acuerdo al Levítico, son ver desnudos a los familiares y tener sexo durante la menstruación (Levítico 20:17-21).

En el Nuevo Testamento, los pasajes iniciales de Romanos condenan las prácticas paganas. Luego se denuncia el sexo con alguien del mismo género: “Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza” (Romanos 1:26), “igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío” (Romanos 1:27). Además, los versículos de 1 Corintios (6:9-10) y de 1 Timoteo (1:10) hacen equivaler “Ni impuros, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados [en realidad, prostitutos masculinos rituales, N. del T.], ni homosexuales” con otros pecadores, “ni ladrones, ni avaros, ni borrachos ni ultrajadores, ni explotadores [Biblia de Jerusalén, 1998]” (1 Corintios 6:9-10). Sin embargo, estos dos libros nunca ofrecen definiciones para estos términos.

Así resulta, en el mejor de los casos, inexacto usar la escritura para condenar las relaciones sexuales entre personas del mismo género que sean consensuales y comprometidas. El hecho de que solo cuatro versos traten este tema significa que era de una importancia relativamente pequeña para los autores. En contraste, hay más de 10 prohibiciones en el Levítico contra las relaciones sexuales durante la menstruación, y 17 versos sobre cómo hacer una ofrenda de grano. La Biblia Hebrea también condena comer grasa (Levítico 3:17), tocar el cuerpo de una mujer que menstrúa (Levítico 15:20), y maldecir a los padres de uno (Levítico 20:9, Deuteronomio 21:18-21).

La mayoría de los teólogos modernos creen que estos pasajes sobre hombres que tienen sexo con otros hombres en realidad se relacionan con cultos extranjeros cercanos (Levítico 20:22-23). Tales cultos practicaban la prostitución sagrada –para lo que frecuentemente utilizaban prostitutos masculinos– durante sus prácticas religiosas. La prostitución era una parte aceptada de la sociedad urbana durante los tiempos bíblicos (Véase 1 Reyes 22:38, Isaías 23:16, Proverbios 7:12, y 9:14); la prostitución ritual (es decir, la prostitución como parte de la práctica religiosa) estaba, sin embargo, condenada claramente. El Deuteronomio y Números contienen varias prohibiciones contra esta clase de prostitución (Deuteronomio 23:18 y Números 25:1-3), pero ninguna de las prácticas sexuales con gente del mismo género. Muchos teólogos creen que el Levítico se refiere solamente al uso de prostitutos sagrados, una práctica que no había sido completamente erradicada del Templo, hasta las reformas de Josías (1 Reyes 15:12 22:45; 2 Reyes 23:7)(4).

Es interesante darse cuenta de que hay algunos pasajes poco citados de la Biblia que reconocen el contacto sexual y el amor entre hombres. Por ejemplo, Abrahán pide a su siervo que pronuncie un juramento le dice, “pon tu mano debajo de mi muslo” (Génesis 24:2). David, al hablar de Jonatán, dice: “…[tú me has sido] en extremo querido, tu amor fue para mí más delicioso que el amor de las mujeres” (2 Samuel 1:26). En efecto, Jonatán y David parecen enamorarse a primera vista: “En acabando de hablar David a Saúl, el alma de Jonatán se apegó al alma de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo” (1 Samuel 18:1). Y posteriormente, “Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David” (1 Samuel 19:1).

El adulterio. A diferencia de su posición sobre el sexo entre personas del mismo género, la Biblia condena claramente el adulterio. Es importante entender, sin embargo, que el adulterio se contempla no sólo como un pecado sexual, sino también como una violación de los derechos de propiedad. En tiempos bíblicos, el adulterio se definía como tener sexo con la mujer, o concubina, de otro hombre sin su permiso, no era tener sexo fuera del matrimonio. En efecto, en Proverbios (6:26) se urge a los hombres a buscar prostitutas, cuya tarifa era equivalente al costo de una pieza de pan, antes de ser tentados por la mujer de otro. La gente en los tiempos bíblicos sentía que un hombre que había cometido adulterio no violaba su propio matrimonio, sino más bien el de la otra mujer y su esposo. Durante el periodo en el que se escribió el Nuevo Testamento, se decía que el esposo cometía adulterio si se divorciaba de su mujer (Mateo 5:32, Marcos 10:11 y Lucas 16:18), lo que se prohibe en varios libros (Romanos 13:9, Gálatas 5:19 y Santiago 2:11).

Hay pocas restricciones para los hombres y el sexo en los códigos del Levítico y el Deuteronomio aparte del adulterio. Por ejemplo, no hay límite para la cantidad de esposas y concubinas (se dice que Salomón habría tenido 700 esposas y 300 concubinas, véase 1 Reyes 11:3), y no se discute la virginidad masculina. La ley no dice nada sobre el comportamiento sexual de una pareja establecida.

El celibato. El celibato no se presenta positivamente nunca en la Biblia Hebrea. Durante el periodo de tiempo de desorganización, en Jueces, la hija de Jefté ruega a su padre por dos meses de gracia antes de morir, pues era todavía virgen: “Que se me conceda esta gracia; déjame dos meses para ir a vagar por las montañas y llorar mi virginidad con mis compañeras” (Jueces 11:37). Las hijas de Israel iban cada año a lamentarse por la hija de Jefté debido a que “La joven no había conocido varón” (Jueces 11:39). De manera similar, se dice que el profeta Jeremías permaneció soltero como un ejemplo de la desorganización que caracterizó a Israel en esa época (Jeremías 16:2).

El Cantar de los Cantares. El libro más abiertamente sexual de la Biblia es el Cantar de los Cantares. A lo largo de la historia, ha habido intentos por entender el cantar de los cantares como una alegoría [Alegoría, en retórica es la figura que consiste en hacer patentes en el discurso, por medio de varias metáforas consecutivas, un sentido recto y otro figurado, ambos completos, a fin de dar a entender una cosa expresando otra diferente. DRAE]. En varios libros sobre el tema, el Cantar de los Cantares es descrito como un libro sobre el amor de Dios por Israel, o sobre el amor de Jesús por la iglesia, o incluso sobre batallas históricas. Los estudiosos modernos, en su gran mayoría, han desechado estas interpretaciones y creen que en éstas “el nivel primario del texto, es explícitamente el del amor humano y en ninguna parte menciona a Dios”(5).

El Cantar de los Cantares celebra el amor erótico entre un hombre y una mujer en una relación notablemente recíproca. Marcia Falk, en el Comentario Bíblico Harper, dice que la “la mujer habla tan asertivamente como el hombre, al iniciar la acción por lo menos con la misma frecuencia; los hombres son libres de ser tan amables y suaves, tan vulnerables, incluso tan tímidos como una mujer. Los hombres y las mujeres se elogian de manera similar por su belleza y sensualidad, y a veces se usan frases idénticas para describir a los amantes de ambos géneros”(6).

El Cantar de los Cantares no habla sobre el sexo en el ámbito del matrimonio, ni de la procreación: a la mujer en el Cantar de los Cantares nunca se le “llama una esposa, ni se le pide engendrar niños. De hecho, sobre el tema del matrimonio y la procreación, el Cantar de los Cantares no dice absolutamente nada”(7).

El Cantar de los Cantares es notablemente explícito en sus descripciones eróticas. Consideremos, por ejemplo, estos dos pasajes:

“Mi amado metió su mano por el hueco de la cerradura;
mis entrañas se estremecieron.
Me levanté para abrir a mi amado,
mis manos destilaron mirra,
mirra goteaban mis dedos,
en el pestillo de la cerradura”… (Cantares 5:4-5).
“¡Qué bella eres, qué hermosura,
amor mío, qué delicia!
Tu talle es como palmera,
tus pechos son los racimos;
pienso subir a la palmera,
voy a cosechar sus dátiles;
serán tus pechos racimos de uvas,
tu aliento, aroma de manzanas,
tu paladar, vino generoso”... (Cantares 7:7-9).

Es interesante que, después del Génesis y los Salmos, el Cantar de los Cantares fuera el libro más frecuentemente expurgado del Viejo Testamento, en la Edad Media. Denys Turner, en ‘Eros y alegoría’ (Eros and Allegory) observa esta ironía: “los varones célibes, sacerdotes y monjes, por siglos han descrito, expresado y celebrado su amor por Dios en el lenguaje del sexo”(8).

Algunos teólogos antiguos prevenían contra este texto: Dionisio el Cartujo, por ejemplo, nos advertía de que el Cantar de los Cantares no debería ser leído por nadie menor de 30 años, y que solamente la gente “reformada y purificada del deseo sexual” no resultaría dañada por su lectura. Gil de Roma (Egidio Colonna) dijo,“el texto aquí parece defectuoso”(9).

Los profetas tardíos (post-exílicos) presentan una imagen mucho más amedrentadora del matrimonio y la sexualidad. Las metáforas de Oseas, Jeremías y Ezequiel retratan relaciones ruinosas: “¡Pleitead con vuestra madre, pleitead, porque ella ya no es mi mujer y yo no soy su marido...” (Oseas 2:2, [Biblia de Jerusalén, Oseas 2:4]). “...Por tanto, cerraré con espinos su camino, la cercaré con seto y no hallará sus senderos” (Oseas 2:6). En estos pasajes, se retrata a Israel como a una esposa adúltera y a Dios como al esposo que la ha repudiado [Metáfora: Aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su comprensión; p. ej., el átomo es un sistema solar en miniatura. DRAE].

Incluso en épocas cercanas al exilio, sin embargo, el amor entre hombre y mujer es mantenido aún como ideal. Por ejemplo, en Jeremías, el Señor dice a Israel, “He decidido hacer desaparecer de este lugar, a vuestros propios ojos y en vuestros días, toda voz de gozo y alegría, la voz del novio y la voz de la novia” (Jeremías 16:9). Se usan numerosas analogías relacionadas con el abuso sexual, la violación y el adulterio para indicar la destrucción venidera.

La promesa de Dios a Israel es relatada en forma de relaciones íntimas. Consideremos esta página de Isaías:

”…sino que a ti se te llamará: ‘Mi Complacencia’,
y a tu tierra: ‘Desposada’.
Porque Yahvé se complacerá en ti,
y tu tierra será desposada.
Porque como se casa joven con doncella,
se casará contigo tu edificador,
y con gozo de novio por su novia
se gozará por ti tu Dios” (Isaías 62:4-5).

Este pasaje nos recuerda el pasaje del Deuteronomio citado más arriba; la relación de una pareja recientemente enamorada es celebrada. Los profetas reconocieron que una relación virtuosa entre un hombre y una mujer es tan santa como el amor de Dios por Israel.

EL NUEVO TESTAMENTO

El Nuevo Testamento incluye poca discusión sobre asuntos de sexualidad. Sin embargo, La Primera Epístola de Pablo a la Iglesia de Corinto (también conocida como 1 Corintios) los trata prolijamente. De hecho, contiene muchos de los temas de los programas de educación sexual vigentes actualmente y puede considerarse como una forma de instrucción sexual para el siglo primero.

La Primera a los Corintios trata de alguna manera 17 temas de sexualidad. En su carta, Pablo trata brevemente sobre la anatomía, las familias, la crianza infantil, los valores, la toma de decisiones, la comunicación, la autoestima y la autoconfianza, el comportamiento sexual compartido y el deseo sexual. También proporciona amplia información sobre los cuerpos, el amor, el matrimonio, los roles de género, la sexualidad y la sociedad, la ley y la religión. La Primera a los Corintios reconoce la sacralidad del cuerpo y de las relaciones sexuales, refuerza la noción de que el deseo sexual es parte de la vida, y respeta la importancia del placer mutuo e igualitario, y de la responsabilidad en las relaciones íntimas. También afirma positivamente al matrimonio y ofrece una brillante descripción del amor.

Pablo creyó que el “cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:19). También reconoció el carácter sagrado de todas las partes del cuerpo: “…Dios puso cada uno de los miembros en el cuerpo según su voluntad. Si todo fuera un solo miembro, ¿Dónde quedaría el cuerpo? Por tanto, muchos son los miembros, más uno el cuerpo” (1 Corintios 12:18-20). Aunque, desdichadamente, marca una diferencia entre las partes más o menos honorables del cuerpo, afirmó que “…para que no hubiera división alguna en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocuparan lo mismo los unos de los otros” (1 Corintios 12:25).

Pablo destacó que las relaciones sexuales son sagradas no deben ser asumidas a la ligera. 1 Corintios 6:12-20 no debe leerse como una condenación de todas las relaciones sexuales, como algunos teólogos creen deducir. Más bien afirma que la sexualidad tiene la capacidad de ejercer un gran efecto sobre nuestra vida. Muchos estudiosos han escrito que ‘porneia’ no debería traducirse como ‘fornicación’, sino como inmoralidad sexual, como se entiende en la Torá, o Pentateuco (10). Pablo instaba a los cristianos a evitar el uso de prostitutas(os) –en especial de los rituales– debido a que el acto físico del coito implica la santidad de hacerse “una carne”. En palabras de William Countryman, Pablo “consideraba al deseo sexual como un apetito natural, aunque uno demasiado central para la identidad humana como para tratarlo casualmente” (11).

Pablo reconoció que los adultos experimentan deseo sexual. Él sentía que la gente tenía la capacidad de tomar decisiones sobre sus sentimientos sexuales, que los sentimientos sexuales no eran incontrolables, y que deberían ser reconocidos y llevados a la práctica sólo en la medida en que apoyen los valores propios (1 Corintios 7:36-8).

Pablo no sugirió sólo la abstinencia, ni el celibato para todos. Él creía que abstenerse permanentemente de las relaciones sexuales era un don especial: “Quisiera que todos fueran como yo: mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera; otros de otra” (1 Corintios 7:7). Desde luego, en una admisión sorprendente, declara que su creencia personal en el celibato no proviene de Jesús ni de Dios: “Acerca de la virginidad no tengo precepto del Señor” (1 Corintios 7:25).

Pablo afirma continuamente al matrimonio como el contexto para las relaciones sexuales e insiste en la reciprocidad de los roles. “Que el marido cumpla su deber con la mujer; de igual modo que la mujer con su marido. No dispone la mujer de su cuerpo; sino el marido. Igualmente el marido no dispone de su cuerpo; sino la mujer” (1 Corintios 7:3-4).

Lo que es más, los integrantes de la pareja tienen derecho a esperar relaciones sexuales de manera regular: “No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo…” (1 Corintios 7:5).

Pablo avanzó en su entendimiento de la igualdad entre ambos géneros, pero insistió en la contribución única de ambos. Pese a que hay en su texto algunas líneas claramente patriarcales (Corintios 11:8-10), otros pasajes reconocen la importancia de ambos géneros: “Por lo demás, ni el varón sin la mujer, ni la mujer sin el varón. En el Señor” (1 Corintios 11:11).

La centralidad del mensaje de amor [en su aspecto de ‘caridad’, según la traducción de la Biblia de Jerusalén, 1998] es un componente básico de todo buen programa de educación sexual. Y aquí, Pablo es tan relevante hoy, como lo fue hace dos mil años. El capítulo 13 podría ser un tema central de estudio en los programas educativos sobre la sexualidad.

“La caridad [amor] es paciente, es amable; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe” … “Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta” (1 Corintios 13:4-7).
HACIA UNA NUEVA TEOLOGÍA SEXUAL

Numerosas denominaciones religiosas luchan con cuestiones de sexualidad, y la Biblia es un lugar importante para iniciar estas exploraciones. Jesús y los individuos cristianos que buscan entender la función y el papel que desempeña la sexualidad en sus vidas pueden mirar hacia la escritura en busca de comprensión cercana y entendimiento.

Sin duda, hay una necesidad urgente de una nueva teología sexual que ayude a la gente a reconocer el valor de la sexualidad. El teólogo James Nelson ha afirmado elocuentemente los objetivos de tal teología:

“Será fuerte y positivamente afirmadora de la sexualidad, en el entendimiento de que el placer sexual es un bien moral que se arraiga en el valor sagrado de nuestra sensualidad y poder erótico, y no necesita de justificación alguna a través del potencial reproductivo. Se basará en el respeto por nosotros mismos y por la integridad corporal del otro, y nos ayudará a defendernos contra violaciones sexuales comunes de esa integridad. Celebrará la fidelidad en nuestros compromisos, sin prescripciones legalistas sobre las formas precisas a las que deba atenerse esa fidelidad. Será una ética cuyos principios se apliquen igual y sin dobles estándares a personas de ambos géneros, de todos los colores, edades, condiciones corporales, y orientaciones sexuales”(12).

A esto yo añado, “Amén”. Los sexólogos necesitamos de una nueva mirada hacia la Biblia y su influencia sobre mucha de la gente a la que servimos. Necesitamos entender que la sexualidad es una parte central del ser humano, que los cuerpos son buenos, que el placer es bueno, y que los hombres y mujeres experimentan a un saludable deseo mutuo hacia otras personas.

Tal como es en la actualidad, la sexualidad en los tiempos bíblicos era una fuente de placer e intimidad, así como de miseria y aflicción. Los relatos y pasajes de la Biblia pueden ayudar a la gente a identificar y a vivir de acuerdo a sus propios valores, así como a diferenciar entre las decisiones sexuales que realzan la vida y las que resultan destructivas. Aquellos entre nosotros que somos gente de fe debemos difundir el evangelio, que literalmente significa “la buena nueva”, de que la Biblia afirma una visión saludable y positiva de la sexualidad.

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Nota de la autora: Agradezco a la Yale Divinity School por la oportunidad de participar en su programa de Asociados, así como al cuerpo docente por su ayuda para esta investigación.

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Notas finales
1. S. P. Jeansonne, Women of Genesis (Minneapolis: Fortress Press, 1990).
2. D. R. Mace, The Christian Response to the Sexual Revolution (New York: Abington Press, 1970).
3. Luther's Works, vol. 28 (St. Louis: Concordia Publishing House, 1973), p. 12.
4. L. M. Epstein, Sex Laws and Customs in Judaism (New York: Block Publishing Company, 1948).
5. M. Falk, "Song of Songs," Harpers Bible Commentary (San Francisco: Harper, 1988).
6. Ibid.
7. P. Trible, God and the Rhetoric of Sexuality (London: SCM Press Ltd, 1978).
8. D. Turner, Eros and Allegory (Massachusetts: Cistercian Publications, 1995).
9. Ibid.
10. R. Lawrence, The Poisoning of Eros (New York: Augustine Moore Press, 1989).
11. L. W. Countryman, Dirt, Greed, and Sex (Philadelphia: Fortress Press, 1988).
12. J. B. Nelson, Body Theology (Kentucky: Westminster/John Knox Press, 1992).

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La puta de Babilonia

LA PUTA, LA GRAN PUTA, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio y el Índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la no...che de San Bartolomé; la que saqueó a Constantinopla y bañó de sangre a Jerusalén; la que exterminó a los albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que arrasó con las culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas; la estafadora de viudas, la cazadora de herencias, la vendedora de indulgencias; la que inventó a Cristo loco el rabioso y a Pedro piedra el estulto; la que promete el reino soso de los cielos y amenaza con el fuego eterno del infierno; la que amordaza la palabra y aherroja la libertad del alma; la que reprime a las demás religiones donde manda y exige libertad de culto donde no manda; la que nunca ha querido a los animales ni les ha tenido compasión; la oscurantista, la impostora, la embaucadora, la difamadora, la calumniadora, la reprimida, la represora, la mirona, la fisgona, la contumaz, la relapsa, la corrupta, la hipócrita, la parásita, la zángana; la antisemita, la esclavista, la homofóbica, la misógina; la carnívora, la carnicera, la limosnera, la tartufa, la mentirosa, la insidiosa, la traidora, la despojadora, la ladrona, la manipuladora, la depredadora, la opresora; la pérfida, la falaz, la rapaz, la felona; la aberrante, la inconsecuente, la incoherente, la absurda; la cretina, la estulta, la imbécil, la estúpida; la travestida, la mamarracha, la maricona; la autocrática, la despótica, la tiránica; la católica, la apostólica, la romana; la jesuítica, la dominica, la del Opus Dei; la concubina de Constantino, de Justiniano, de Carlomagno; la solapadora de Mussolini y de Hitler; la ramera de las rameras, la meretriz de las meretrices, la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a cobrar.

La puta de Babilonia, como llamaban los albigenses a la Iglesia de Roma según la expresión del Apocalipsis, saca a la luz el voluminoso sumario de los crímenes perpetrados en nombre de Cristo por su Iglesia desde el año 323 en que, apoyada por el emperador Constantino, pasó de víctima a victimaria.

Con el correr de los años esta Iglesia afianza su poder mandando a la hoguera a quienes disentían de sus opiniones o se oponían a su dominio acusándolos de herejía, en tanto el Papa de turno juntaba bajo su triple tiara el poder temporal y espiritual y se declaraba Pontífice Máximo y Vicario de Cristo en la Tierra. Ya en nuestros días Juan Pablo II dedicó sus últimos años de pontificado a pedir perdón por un centenar de esos crímenes.

Con gran rigor histórico y académico, Fernando Vallejo desenmascara una fe dogmática que durante mil setecientos años ha derramado la sangre de los hombres y los animales invocando la entelequia de Dios o la extraña mezcla de mitos del Oriente que llamamos Cristo, cuya existencia real nadie ha podido probar. Una obra que desmitifica y agrieta los pilares de una institución tan arraigada en nuestro mundo actual.

El colombiano Fernando Vallejo ha escrito en La puta de Babilonia, con el rigor y la excelente prosa a que tiene acostumbrados a sus lectores, un valiente alegato que renuncia al eufemismo y desenmascara las prácticas de una institución eclesiástica demasiado apegada a los intereses terrenales y al poder político y económico.

Lo publica Seix Barral y es un ajuste de cuentas con la Iglesia de Roma, la puta de Babilonia del Apocalipsis, a través del sumario de crímenes perpetrados en nombre de la fe y de Cristo desde su acceso a los poderes terrenales con el emperador Constantino. Mil setecientos años de sangre derramada y de carne de hereje quemada en las hogueras del Santo Oficio.

Su tono está claro desde el primer párrafo, que no engaña a nadie acerca de lo que se va a encontrar después:

LA PUTA, LA GRAN PUTA, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio y el índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de San Bartolomé; la que saqueó a Constantinopla y bañó de sangre a Jerusalén; la que exterminó a los albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que arrasó con las culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas; la estafadora de viudas, la cazadora de herencias, la vendedora de indulgencias; la que inventó a Cristoloco el rabioso y a Pedropiedra el estulto; la que promete el reino soso de los cielos y amenaza con el fuego eterno del infierno; la que amordaza la palabra y aherroja la libertad del alma; la que reprime a las demás religiones donde manda y exige libertad de culto donde no manda; la que nunca ha querido a los animales ni les ha tenido compasión; la oscurantista, la impostora, la embaucadora, la difamadora, la calumniadora, la reprimida, la represora, la mirona, la fisgona, la contumaz, la relapsa, la corrupta, la hipócrita, la parásita, la zángana; la antisemita, la esclavista, la homofóbica, la misógina; la carnívora, la carnicera, la limosnera, la tartufa, la mentirosa, la insidiosa, la traidora, la despojadora, la ladrona, la manipuladora, la depredadora, la opresora; la pérfida, la falaz, la rapaz, la felona; la aberrante, la inconsecuente, la incoherente, la absurda; la cretina, la estulta, la imbécil, la estúpida; la travestida, la mamarracha, la maricona; la autocrática, la despótica, la tiránica; la católica, la apostólica, la romana; la jesuítica, la dominica, la del Opus Dei; la concubina de Constantino, de Justiniano, de Carlomagno; la solapadora de Mussolini y de Hitler; la ramera de las rameras, la meretriz de las meretrices, la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a cobrar.

Con prosa torrencial, como se ve, apasionada y sin concesiones a la correccción política ni tendencia a andarse por las ramas, Fernando Vallejo hace en esta obra un exorcismo con sus demonios personales, que resultarán familiares también para muchos de sus lectores.

Más de trescientas páginas de buena prosa continua, sin capítulos y en un monólogo narrativo de inusual fuerza persuasiva y con un enfoque que sitúa este libro en la mejor tradición del ensayo: la que desde Montaigne conecta con el pensamiento ilustrado y las propuestas críticas provocadoras.

Será piedra de escándalo para algunos, pero su rigor intelectual, su pulso narrativo y su fuerza persuasiva harán que la aprecien y la agradezcan muchos lectores.

Y que nadie se confunda: las críticas afectan a Lutero y al protestantismo y a Mahoma, el Corán y el islamismo, porque no hay razón para que estos fanatismos monstruosos (…) perduren un día más. Ha llegado la hora de decirles basta.

La historia de la Iglesia es la historia de la persecución inmisericorde del discrepante, a sangre y fuego, del heterodoxo. Con una sabia y efectiva combinación de fuentes documentales y desahogos personales, de rigor histórico y subjetividad, Fernando Vallejo ha escrito una obra que hace no mucho hubiera acabado en la hoguera, purificada por el fuego, seguramente en compañía de su autor.

Y no por falta de ganas, sino porque ya Ratzinger nada tiene. Ni siquiera dientes. Es un inquisidor desdentado que ya no puede torturar ni quemar por más que le nazca del alma. Mentir sí, y extender la mano y expoliar viudas.

http://es.wikipedia.org/wiki/La_puta_de_Babilonia
http://agreda.blogspot.com/2007/04/la-puta-de-babilonia.html
http://www.taringa.net/posts/ebooks-tutoriales/4096239/La-Puta-de-Babilonia---Fernando-Vallejo.html